El colegiado leonés que saltó a la fama por una frase que nunca se dijo, y que terminó como una institución dentro y fuera del campo
A veces, una simple frase, un simple hecho, puede marcar la diferencia y el rumbo en el futuro de un profesional. Porque si preguntamos cuál es la frase más famosa del popular detective Sherlock Holmes diremos que «Elemental, mi querido Watson». Sorprenda o no al lector, el personaje creado por Conan Doyle jamás pronunció dichas palabras. Y, en el caso del colegiado (porque escribir un -ex delante sería faltar a la palabra de que un árbitro lo es para toda la vida) Rafa Guerrero, ese famoso grito «¡Rafa, no me jodas» nunca se llegó a escuchar en La Romareda.
Un simple acto. Una simple equivocación de numeración que ya marcó el futuro de un debutante en Primera División que comenzó en el mundo del arbitraje por el simple hecho de «no comprenderlo». «Yo no entendía que esas personas recibieran insultos todos los findes, y aún así volvieran a la semana siguiente; tenía que ser uno más», comentaba el colegiado trepalense sobre su decisión de vestir de amarillo el resto de su carrera.
Porque, en una familia con la madre presidenta de un club y el padre entrenador, el hijo decidió coger el silbato y unas inseparables cartulinas amarilla y roja. Inseparables hasta para mostrárselas a su propio progenitor con la tensión del encuentro. «Es la expulsión de la que siempre me acordaré, fueron unos meses duros en los que no nos hablamos, es lo único que borraría del arbitraje», explicaba Guerrero que, haciendo mención a su apellido, le señaló el vestuario en una ocasión a su padre.
Odiado por muchos, querido por todos
¿Y cómo acaba un árbitro principal portando el banderín? Todo llega por la «maldita novela de Miguel Delibes Las Ratas«. «Me examinaba para ser árbitro de Tercera División, y en las pruebas había un test de cultura general y yo no me sabía quién escribió ese libro. No entendía que para señalar falta tuviera que saber el autor de Las Ratas; me llevé tal cabreo que no quise saber nada», explicaba entre risas el protagonista.

Finalmente, el mundo de la banda llamó a su puerta, y en un chas, de Regional acabó en Primera División. No sin antes experimentar el gran cambio de Segunda B a Segunda, en el que «despistarse un segundo suponía perdértelo todo». En el Tartiere se produjo su debut, «manda narices», en Regional se viajó más lejos. Aunque a Rafa Guerrero le quedaban viajes, como el 29 de septiembre de 1996 a La Romareda.
Un error que ya le cambiaría el apellido a Rafa, y que desde ese entonces del hombre, se pasaría al mito. «Yo pensé en dejarlo, tenía escrita la carta de renuncia, pero nunca llegué a mandarla gracias a personas que me hicieron cambiar de opinión», hablaba el colegiado leonés sobre una carta que aún guarda en su casa. Aunque después de la tempestad dicen que llega la calma, y que siempre hay luz al final del túnel.

Guerrero destacaba en la banda, cuando la lumbalgia o los mosquitos le dejaran en paz, y la llamada internacional no tardó en llamar. En el año 2000 se celebró la Copa de África en Ghana y Nigeria, y el colegiado español sería el primero y único en representar a su nación en tal cita. Una experiencia que le cambiaría totalmente la vida. «A nosotros nos daban tres botellas de agua y un cartón de zumo. Yo intentaba beber lo menos posible y dejaba las botellas en un rincón donde sabía que los niños esperaban al autobús del colegio. Un día pude ir a conocerlos, son cosas que te marcan para siempre», recordaba un emocionado Rafa Guerrero.
Porque detrás de anécdotas como pedirle el nombre del perfume a David Beckham en medio de un partido, presentarse a arbitrar con el pantalón mojado al no haber bañador, o protagonizar un anuncio en el que lo abandonaban en un bosque «en favor del arbitraje», Rafa Guerrero es esa persona que, el día de su retirada, el mismo Enrique Castro ‘Quini’ quiso acordarse de él y darle suerte. Es esa persona que, tras el temor de retirarse en el Bernabéu sin que se jugara el partido, fue alabado por toda la plantilla del Real Madrid.

Porque el colegiado leonés saltó a la fama por un error, y se convirtió en leyenda por sus aciertos. No solo en el terreno de juego, sino en su manera de ser con los demás. Porque sea cual sea la causa benéfica que haya, Rafa estará allí. Si hay que hacer divertirse a la gente en El Chiringuito o en un Mundial de Globos, allí estará. Del banderín al mito. Del hombre a la leyenda. De Trobajo del Camino, al mundo entero.