Nueva pólvora mojada del equipo leonés ante un Pontevedra (1-0) que llegaba tras sumar un punto en los últimos cinco partidos
En el año 1992, Disney estrenaba una de las películas más populares de todos los tiempos. Aladdin contaba la historia de un ‘ladronzuelo’ cuya vida cambiaba totalmente tras encontrarse en una cueva una lámpara mágica de la que brotaría un gentil y elocuente genio. Si recordamos, una de las premisas que el mágico protagonista enunciaba a Aladdin a la hora de pedir sus deseos eran tres prohibiciones: No matar, no enamorar y no resucitar a los muertos.
Una pena… puesto que si ese genio hubiera sido la Cultural y Deportiva Leonesa, al menos la tercera premisa sí que se podría haber llevado a cabo. Y es que este sábado en Pasarón, los de Eduardo Docampo no han podido con dos rivales, el Pontevedra y la mala suerte. Un 1-0 después de que los leoneses lucharan y lucharan, pero el gol nunca llegara.

Cosas siempre de la vida, fue un ex de la Cultu, Yelko Pino, el que sirvió en bandeja de plata el único tanto del encuentro, obra de Casais. Una falta de pegada, y ahora de gol, que hace que los leoneses sumen 90 nuevos minutos al contador particular de la no celebración de anotaciones. Tres encuentros consecutivos sin ver puerta que encienden las alarmas en ese aspecto. Porque en el de los playoffs, los del Bernesga continúan con varias balas en la recámara.
Cambiaron las tornas de Algeciras
Llegaba la Cultural a un campo maldito. Pasarón no conoce la derrota a manos de los leoneses desde un ya lejano 1 de diciembre de 2002, donde los blanco se impusieron por 3-4. Desde entonces, seis encuentros más y cuatro victorias gallegas. Podía ser diferente esta jornada, teniendo en cuenta la racha negativa con la que llegaban los de Toni Otero. Pero si algo ha enseñado esta categoría es que los antecedentes no sirven absolutamente de nada.
Y menos para una Cultural que, desde el primer minuto, amenazó el arco de Cacharrón. Julen Castañeda probó suerte desde la frontal, pero el disparo quedaría manso para el arquero lucense. Percan probaría suerte, pero su latigazo se marcharía lamiendo el palo pontevedrés. Hasta Roberto Alarcón, de cabeza, se llevaría las manos a la testa tras una muestra de reflejos del portero local.
La Cultural daba miedo, pero no terror. Mientras tanto, Álex González probaba de cabeza a un Salvi Carrasco atento para evitar el 1-0. Y es que la sensación que invadió el total del encuentro fue esa de «el que perdona, acaba pagando». Alberto Solís volvió a perdonar mandando un disparo a boca jarro al cuerpo de Cacharrón. Hay que decirlo, tuvo su tarde el guardameta del equipo gallego. Justo antes del descanso Roberto Alarcón marcaría, pero en posición (dudosa) de fuera de juego.

A estas alturas, Lázaro aún se encontraba postrado en su nicho, esperando su ocasión para obedecer al «levántate y anda». Percan comenzaba inquietando a Cacharrón con un remate manso a sus manoplas. Luego sería Blesa, en la primera que tocó, el que se arrepentía de no haber calibrado la mira. Alarcón, sólo frente al portero, mandaba el balón a la grada. Y, entonces sí que sí, la Cultural hizo bueno el síndrome de Lázaro.
Una contra del Pontevedra finalizó en un gran pase de Yelko Pino a Casais que, con un sutil y medido disparo, hacía fácil lo que a la Cultural se le ha atragantado en 270 minutos. Un 1-0 que celebraba el Pontevedra en una piña… a excepción de Yelko, que prefirió hacerlo con la que en un día fue su grada. No debe de gustarle estar en Pontevedra, al parecer. Ya se encargaría el capitán, Álex González, en cantarle las 40 cual Puyol con aquella celebración de Alves y Thiago en Vallecas.
La Cultural lo intentaría hasta el final, de eso no hay duda. Pero si complicado estaba con el 0-0, con el 1-0 ni Tom Cruise lograría esta Misión Imposible. El final de los 90 minutos dejaría un duro 1-0, similar al que aquella vez en Algeciras fue favorable a los leoneses. Los de Docampo volvieron a resucitar a un muerto que ahora vuelve a respirar. Pese a ello, las balas en la recámara continúan, aunque habrá que empezar a usarlas para ganar, y no resucitar.
Fotografías: Laura Aller