Uno de los personajes más populares del tradicional leonés siempre ha estado bien ligado y relacionado con el equipo que baña el Bernesga
Como cada Jueves Santo, en el clímax digámoslo de la Semana Santa leonesa y en el momento en que la luna ilumina por completo la ciudad, León festeja y rinde homenaje a uno de esos personajes que, el paso del tiempo, quiso situarlo en un sitio privilegiado del imaginario popular leonés. Cualquiera que haya visitado las callejuelas que hoy dan forma al Barrio Húmedo en tal esperada noche, se habrá dejado llevar por un clima bohemio, culto y con unas pinceladas de orujo y paganismo.
Y es que cada noche de Jueves Santo, la Cofradía de Nuestro Padre Genarín rinde homenaje a ese ‘Santo Pellejero’ de nombre Genaro Blanco y de apodo Genarín que décadas atrás dejó huella en el León de principios de Siglo XX. Una tradición iniciada por cuatro amigos, hoy conocidos como los cuatro ‘evangelistas’, que vieron en las andanzas y aventuras de este pellejero borrachín, un motivo más para hacer de la pascua leonesa, única.

No incidiremos en su historia, pues su trágica muerte en la madrugada del Jueves Santo de 1929, atropellado por la Bonifacia (el primer camión de la basura que tuvo la ciudad de León) mientras ‘vaciaba aguas’ en la muralla romana, está en el conocimiento de todos los habitantes de la capital que baña el Bernesga y el Torío. Sí, por otra parte, incurriremos en uno de sus cuatro ‘milagros’, el que ver tiene con la Cultural y Deportiva Leonesa.
Del hombre al mito
Debemos viajar pues a 1956, concretamente al primer día del año. La Cultural se veía las caras con el Hércules, rival directo por la permanencia, y el clima que se respiraba en el recién estrenado Estadio de La Puentecilla no era el más idóneo en los supersticiosos. Y es que desde su apertura oficial el 23 de octubre de 1955, los leoneses no habían podido sumar ninguna victoria en su feudo. Cosa que hacía deparar que el nuevo campo tenía algún tipo de maldición o embrujo.

Como bien dice el dicho: «Año nuevo, vida nueva». O al menos eso debieron pensar las figuras de Paco Herrero, Luis Rico, Nicolás Pérez y Eulogio ‘El Gafas’; los conocidos como cuatro evangelistas de Genarín. Cuatro amigos, bohemios de la noche, que convivieron de primera mano con la figura que en la actualidad se rinde homenaje y que, a su muerte, se encargaron de que la memoria del ‘Santo Pellejero’ no se evadiera con su cuerpo.
Pues bien, dichas personas tuvieron la idea de, en la madrugada de la noche anterior (Nochevieja de 1955), colarse en el feudo culturalista y regar con orujo, la bebida primordial de Genaro, las porterías del campo, con el fin de que esa ‘maldición’ cesara. Un hecho que, al día siguiente, se vería convertido en uno de los milagros de Genarín.

La Cultural comienza ganando con un tanto de Santi Núñez ‘Chas’ en los primeros minutos del partido. Sin embargo, un gol de Makalita para el Hércules vuelve a poner las tablas en el marcador. Transcurre el tiempo y los alicantinos amenazan con el segundo tanto. Es entonces, cuando a falta de diez minutos para el final, uno de los evangelistas, Pérez Herrero, señala al cielo con claro gesto de enfado y amenaza a Genarín con no depositarle las ofrendas en la muralla (tradición que se sigue efectuando cada Jueves Santo) nunca más.
Dicho y hecho. En la siguiente jugada, Seva Santos, el guardameta del Hércules, ejecuta un saque de puerta que, obra de un viento devastador, hace que el balón vuelva a su posición y entre en su propia portería. Y para confirmar el milagro, cinco minutos más tarde Rabadán convierte el definitivo 3-1 en el marcador. La Cultural ganaba el encuentro, y Genarín obraba su cuarto milagro. Aunque, a la postre, no fuera suficiente para salvar la categoría.
Todo mito, tiene su explicación
Por supuesto, el relato de los hechos y el paso del tiempo y la tradición oral hace que la versión oficial de lo ocurrido diste, no tanto, de lo que realmente ocurrió en la mañana del 1 de enero de 1956. Para empezar, y salvando la obviedad de la facilidad de poder colarse en un estadio de mediados de Siglo XX en plena celebración de la Nochevieja, los cuatro evangelistas tuvieron la colaboración de uno de los operarios del club para entrar en el feudo en las primeras horas del año.

También hay que tener en cuenta que uno de ellos, Nicolás Pérez, era árbitro de profesión, por lo que no le resultaría difícil convencer a dicho operario. Ya durante el partido, el ‘milagro’ ocurre, pero no de la forma que se relata. Efectivamente, la Cultural empieza ganando, pero se marcha al descanso con el 1-1 en el electrónico. Sin embargo, lo que en los apócrifos textos se refiere a un tanto en propia del portero, los sucesos reales dejan ver incluso una casualidad mayor.
Sobre el minuto 80, Enrique Ponte conduce el balón sobre el mediocampo. Alza la cabeza, ve adelantado al guardavallas, y manda un potente tiro en dirección a la portería alicantina. El disparo parece, en un principio, fácil para el portero. Sin embargo, las contundentes nubes que ese día cubrían la ciudad de León se hacen a un lado para que el sol ciegue al meta rival y que, en el momento que el cuero se dirigía a su posición, este no pueda verlo y el balón acabe entrando; poniendo el 2-1 en el marcador.

Cualquiera que hubiera estado sentado al lado de los cuatro evangelistas en el partido, y hubiera visto el gol justo en el momento que Pérez Herrero amenazó a Genarín con no darle más ofrendas, hubiera pensado que esa acción era obra divina. Y, puestos a pensar, ¿algo muy casual sí que fue, no? Y, para alimentar más la mente de los supersticiosos. Este ‘ritual’ de regar las porterías con orujo se volvió a llevar a cabo en 2017. Con el posterior ascenso de la Cultural a Segunda. Y, alimentando más la hoguera, en 2018 se le negó a la Cofradía volver a hacerlo, con el correspondiente descenso de categoría. ¿Casualidad?
La realidad es que el imaginario tradicional leonés llega a cualquier rincón del día a día de sus habitantes. Por supuesto, a una figura tan popular como lo fue Genarín y sus posteriores historias y andanzas no le podía faltar su relación con el equipo que abandera la ciudad. Una muestra más de que los leoneses y leonesas siempre se sentirán orgullosos de todo lo que hace única esta tierra.