Tras un lunes de reuniones y llamadas intercontinentales entre León y Doha todo indica que Víctor Cea está viviendo sus últimas horas como entrenador de la Cultural
El destino puede haber elegido que, el adiós de Víctor Cea en la Cultural, sea en la semana en la que el premio de visitar el Camp Nou puede alargar la agonía. Realmente, para Cea y según él mismo “es un premio a mi trayectoria”. ¡Seguro! y debe disfrutar del colosal estadio blaugrana como técnico blanco… mientras en la sala de máquinas encuentran sustituto.
El madrileño y su excelso elenco de ayudantes que aterrizaban en el faraónico proyecto blanco como entrenadores ‘JASP’ – jóvenes, aunque sobradamente preparados – han chocado con la realidad del fútbol. Salvo casos muy concretos, en este negocio todos los técnicos deben superar paso por paso los escalones de un deporte que no permite saltos de categoría sin pagar peaje.
Nadie duda de la formación de Cea y de que su puesta en escena pueda triunfar en los mejores escenarios, pero para tripular un caza de combate hay que fajarse con avionetas y no con simuladores.
Superado por las críticas de una grada que décadas después se puso de acuerdo para vestirse de ‘culturalismo’ y que el propio Cea ha sido capaz de llegar a fracturar con planteamientos y cambios de posiciones comprensibles sólo para él. Con la plantilla fuera de forma por la escasa actividad en unos entrenamientos cuyos ejercicios ni los mismos jugadores entienden. Con futbolistas top de la categoría deambulando en zonas del campo que les convierten en toscos, sin brillo, sin acierto.
La bisoñez de Cea le ha llevado incluso a conseguir que estandartes de la plantilla como Señé, Yeray o Viti bajen totalmente su nivel y se queden fuera de convocatorias porque según el propio entrenador “buscamos el equipo que entendemos que más rendimiento y nivel competitivo nos puede dar”. En pocos meses muchos errores. Dentro y fuera del vestuario.
Lo cierto es que Cea ha logrado, fuera del terreno de juego, el respeto que su educación, atención y personalidad merecen, pero en el césped todo parece intoxicado por un virus cuya vacuna no tiene el madrileño.
Un triste adiós para un técnico que aterrizó en el Reino para comandar un proyecto que de momento le queda grande.