Un año más, una carrera más. Llegaba como cada Enero la madre de todas las carreras, la carrera de las carreras: la Transcandamia.
En lo personal, cuarta participación en la prueba, y como en las otras tres ediciones satisfacción, o mucha satisfacción por conseguir mi objetivo. Mi objetivo a priori puede resultar sencillo, simplemente es terminar.
A la hora de hablar de la Transcandamia, todos pensamos en una carrera para superhombres, para atletas, para corredores profesionales. Pero también hay espacio para las personas como yo, para corredores populares.
Cuando hablamos de populares me refiero a los que como es mi caso, entrenamos lo justo y menos de lo necesario para una prueba de estas características. Pero aún así, seguimos enganchados año tras año a la carrera.
Entrenos aparte, poder correr una carrera de montaña, Trail, Cross alpino o como la queramos calificar a 2 kilómetros del centro de León es un privilegio.
Días antes nervios en el estomago y ganas de no complicarte la mañana del domingo corriendo 22 kilómetros aparecen. Pero llegan la hora de la salida y allí estas de nuevo. Esta vez hay además un invitado especial: la nieve.
Todos estamos muy contentos porque la Candamia está cubierta por un manto blanco, pero hay un enemigo extra en esta ocasión: el hielo.
Precaución repite la organización una y otra vez, también lo repetimos los participantes. No tardan en llegar las primeras caídas, sólo hay que llegar a la primera curva helada. Todavía entre los chalets de las Lomas, varios cuerpos se deslizan sobre el asfalto.
La primera parte del recorrido es la más complicada con hielo, las bajadas y subidas me resultan más fáciles que en otras ocasiones, ya que todos andamos con pies de plomo.
Entre todos nos vamos avisando de los peligros que van apareciendo ante nuestras zancadas: hielo, barro, raíces. Y es que aunque la Transcandamia es una competición, entre los corredores prevalece siempre una cosa: el compañerismo.
Foto: Cundi Vega
Me paso la carrera hablando con unos y con otros, animando y siendo animado. Runners vascos, vallisoletanos, madrileños me acompañan en este largo peregrinaje hacia la meta.
Ves golpes, caídas, rasguños, sangre, sudor y hasta lágrimas. Con casi cuatro horas de carrera, da tiempo para pensar y mucho, la cabeza quizás es más difícil de sostener que las propias piernas.
Llegas a las antenas y miras el reloj: dos horas y media, queda poco piensas. Lo voy a conseguir repites. Corres y andas, andas y corres, cada vez se hace más y más largo el camino.
Por fin empiezas a oír el bullicio de la llegada e incluso oyes al speaker, a mi amigo, esta vez agradezco aún más que otras veces oír su voz. Pequeña sorpresa de Anibal al llegar, cuestón bestial y bajada casi vertical antes de acometer el gran final: la Anibalada.
Los compañeros de la escuela ya andan por ahí, te animan, te jalean, te sientes importante. Los que empezamos a subir nos conjuramos, o subimos todos o no sube nadie. Hemos llegado hasta aquí y ya nadie va a quedar por el camino.
Hay chicos que ya no andan, otros no se sostienen de pie, quedan unos metros hay que acabar. La cuerda de ayuda ya no sirve de nada, hay momentos que creo que ni la veo. Una mano amiga tira de ti, otro te empuja por detrás, yo empujo al de delante de mí. Veo las lonas publicitarias, no veo el arco todavía. Esto es eterno, el tiempo se detiene. Mundo me adelanta al empezar a subir, después descubro que me sacado tres minuto en apenas 50 metros.
Pienso en el cencerro que me espera en la meta y que hay tocar al llegar. Me imagino dándole de cabeza como si fuera Senye rematando a puerta. Lo pienso antes de llegar. Cuando corono no veo nada. Esprinta¡¡¡ me gritan y así lo hago. Corro “bonito” como dice mi entrenador los últimos cinco metros de esta transcandamia.
Objetivo cumplido. Una muesca más. A pesar de cumplir años, la ilusión mueve montañas y acabo por cuarta vez consecutiva una carrera que quizás no es para mi o yo no soy para ella, o quizás si.
1 comentario
Querido David, muy emocionante tu crónica. Refleja de forma muy realista lo que es la Transcandamia, las carreras y este deporte que practicamos, que enseña (con sudor y lágrimas) valores humanos tan escasos en la sociedad actual. Comparto contigo la opinión de que la cabeza pesa más que las piernas y es que tantas horas «a solas con uno mismo» pueden resultar muy duras. Todo consiste en intentar llevarse bien…
La Transcandamia es una carrera cargada de valor sentimental para los que somos de León, y que hemos conseguido contagiar a los que no lo son al conocer el paraje en el que se desarrolla. Es un auténtico privilegio disponer de un sitio de estas características en el que poder practicar deportes como el nuestro tan cerca de una ciudad.
Al atractivo natural de la carrera se une una excelente organización con Aníbal a la cabeza, los voluntarios, las instituciones y empresas colaboradoras que se vuelcan con este evento deportivo, el público y…las sorpresas como la Anibalada que por sí sola ha conseguido despertar en los espectadores un interés que va en aumento cada año.
Ojalá que la madre de todas las carreras se siga celebrando muchos años y que disfrutemos de ella y de nuestra joya natural muchos más.
Aunque el domingo no te pudimos abrazar en la llegada a meta porque María y yo nos debimos despistar ….seguro que nos veremos pronto compañero…en cuanto recuperes tus piernas. Un abrazo