Se cumplen 50 años desde que el futbolista de Fabero lograra finalizar la temporada 72/73 como Pichichi de Primera División
‘La Pulga’ Messi, ‘El Ratón’ Ayala, ‘El Mono’ Burgos, ‘La Araña Negra’, ‘El Tigre’ Falcao… Muchos han sido los futbolistas a lo largo de la historia que, bien por su modo de jugar, su carácter o su físico, se ganaron el apodo de un protagonista del mundo animal. Sin embargo, ninguno de los anteriores antes nombrados o sin nombrar puede presumir de tener en su homólogo cuadrúpedo tantos conceptos perfectamente definidos.
Porque Mariano Arias Chamorro tenía esa capacidad de, no siendo alto ni corpulento, encontrar el premio del gol en esa zona en la que más de uno se pensaría dos veces si meter o no el pie. O esa fiereza y agudeza que presumen esos jabalíes que rondan los bastos parajes de los bosques bercianos. Dicen que el clima del Norte y su comida hacen fuertes a sus gentes, pues imagínese si se combinara con esa valentía de las cuencas mineras de Fabero.

Porque antes de que un periodista lo rebautizara como ‘El Jabalí del Bierzo’, incluso antes de que haciendo el servicio militar le añadieran ese «-ín» tan leonés a su nombre, el hijo predilecto de Fabero ya sabía que su vida giraría en torno al esférico, aunque en su inicio este fuera una vejiga de cerdo o más tarde un armatoste de cuero que «no había quien lo moviera cuando llovía».
El chaval al que no le gustaba el fútbol, pero el fútbol no podía vivir sin él
Desde bien pequeño, Marianín sabía que por sus botas no pasaría su pan de cada día. Él era feliz trabajando en el taller de Combustibles de Fabero o en el bar de su padre, aunque en una ocasión el CD Fabero pagara a dos camareros para que este pudiera jugar con ellos en Villaseca de Laciana: «Fue el único partido que jugué fuera del pueblo, marqué seis goles y me anularon otros dos».

Tanto destaque en el mundo del balompié, finalmente, le hicieron coger ese camino del deporte rey firmando en una servilleta su ‘carta de libertad’ para fichar por el Atlético Bembibre. Aunque poco duraría ese trayecto debido al servicio militar en La Virgen del Camino. «Entonces era yo el que intentaba que mis compañeros me cubrieran las guardias para ir a jugar el partido y luego coger el bus de las 05:00 para volver a la base», comentaba la leyenda berciana.
No tardó la Cultural en fijarse en el recién moteado ‘Marianín’ y firmar su primer contrato sobre el capó del coche de su padre. «Yo no empecé a entrenar hasta que llegué a la Cultural, fue algo nuevo para mí», exclamaba un Mariano Arias que en su primera temporada con el club capitalino logró el ascenso a Segunda División marcando la cifra de 36 goles, el máximo anotador de todo el fútbol español.

Tras ello, llegó la campaña 71/72 en Segunda acompañado de los Piñán, Larrauri, Ovalle, Zuazaga y compañía, haciendo 16 goles y finalizando quintos en liga, a un paso de la fase de ascenso a Primera. Fue entonces cuando el Málaga quiso al jabalí para su Costa del Sol, pero el asesinato repentino de su presidente truncó que Marianín vistiera a rayas: «Ya estaba todo hecho, el presidente me quería, pero por esa situación finalmente acabé en Oviedo».
Y es que dicen que el destino no hace nada al azar, y en la capital asturiana, el jabalí se convertiría en leyenda. «Un periodista dijo que por qué traían a alguien que solo sabía marcar de cabeza, cuando acabó la temporada marqué 19 goles y solo 9 de cabeza y le volví a hacer la pregunta», comentaba entre risas un Marianín que logró, en el año 1973, la gesta de finalizar la campaña en Primera como máximo goleador, justo por delante de un tal Luis Aragonés.

La última vez, por tanto, que un futbolista del Oviedo obtiene ese ganador; y hay que matizar la palabra obtiene, ya que según José Ángel Mangas, historiador del club carbayón, «Marianín es el único jugador del Oviedo en tener el premio ‘Pichichi’ en su casa, porque este no se inventó hasta 1952». Una campaña en la que los tres goles a Iribar en San Mamés, o el gol número 1.000 del Real Oviedo en Primera (un testarazo en el Vicente Calderón que ni siquiera Marianín vio «por el cegamiento de los focos») le valieron para la llamada de la Selección española.
«Es el momento más especial para mí como futbolista, la primera vez que salí fuera del país, escuchar el himno… algo irrepetible y que nunca olvidaré», recordaba el futbolista de Fabero sobre aquel 0-0 ante Turquía. Tras tres temporadas en Primera División y dos más en Segunda, como el buen turrón Marianín regresó a la Cultural por una temporada más donde finalizaría el registro en 114 goles; convirtiéndose en el máximo goleador de todos los tiempos del club leonés.

Pero el hogar mueve más que la profesión, y Mariano Arias Chamorro quiso despedirse del balón que tanto le dio en su querido Fabero. «Fue una temporada donde jugué con antiguos ex compañeros míos, con mi gente, y en mi querido Combustibles de Fabero», añoraba Marianín. Se fue siendo un chaval y regresó como una estrella que aún reluce en un pueblo donde, en cuestión de meses, habrá una calle con su nombre.
En un deporte en el que cada vez la polémica, los lujos y una burbuja blindada destacan más y más, Marianín demostró que el fútbol puede regalar a una persona momentos inolvidables y anécdotas únicas. Porque ese pequeño jabalí que rondaba los campos bercianos en su juventud, acabó erigiendo su nombre, su apodo y el de Fabero en lo más alto del marco nacional.