La Montaña vuelve a imponerse a la Ribera en Cistierna y prorroga a ocho los años consecutivos de dominio luchístico
Cuenta un mito griego que Sísifo, rey fundador de Corinto que tuvo la valía de desafiar -e incluso vacilar- a los dioses, fue condenado por tales hechos a un castigo eterno. Este debía cargar todas las mañanas una pesada roca a sus espaldas y, a lo largo del día, empujarla hasta lo alto de una montaña. Si conseguía dejarla en lo más alto, los dioses tendrían clemencia con él y le liberarían de tal penitencia. Sin embargo, noche tras noche, cuando faltaban escasos metros para tocar cima, el pedrusco vencía y caía ladera abajo. Teniendo que repetir el ejercicio día tras día.
Semejante caso es el que ocurre en la actualidad en el mundo de los aluches. Y es que desde hace ocho años la Ribera, cual Sísifo griego, intenta por todos los remedios lograr escalar esa abrupta Montaña y, curso tras curso desde 2013, ve como esa roca en forma de gallo cae ladera abajo.

2022 no fue diferente. Los de debajo de la línea de la FEVE contaban con dos campeones de campeones, y una Invicta de regalo, pero la Montaña, nuevamente, fue mucha Montaña, y el «¡Viva!» volvió a rugir desde lo más alto de los raíles del tren. Fue Tomasuco el último. Gesto de rabia del de La Vecilla y recuerdos al cielo para el abuelo Uco. No obstante, la Ribera pudo quedarse con la pedrea. Y es que el mazapán tiene nombre y futuro, Víctor Hernández, el hijo de Víctor J. Nueve rivales cayeron. Ha nacido una estrella.
Tomasuco cantó la octava sinfonía, Víctor Hernández se llevó el mazapán más sabroso de su infancia
Ya el principio de la tradicional cita presentó sus credenciales de que algo podía pasar. Teresa Hernández, la primera niña de la Montaña, debía pronunciar el «¿Hay quién luche?», pero debieron ser los nervios por tal ambiente en el pabellón de Cistierna que la pequeña no se atrevió. Ahí estaba Mateo Crespo para entonarlo.

Comenzó, pues, la base, el futuro de este deporte, a conquistar un nuevo Montaña – Ribera. Un presagio de lo que podrán disfrutar los aficionados en la próxima Liga de Invierno. Caía uno, entraba el siguiente, y viceversa. No obstante, a esas mismas alturas ya iba alejándose poco a poco los de la parte de arriba del mapa. Todo ello, hasta que apareció en escena un infantil de Villaquilambre.
Víctor Hernández, hijo de El Canario, entonó el «¡Ya basta!» y protagonizó hasta nueve caídas consecutivas. Niños y chicas de menos, igual y hasta superior peso… Hasta que las fuerzas ya no conectaron con la ilusión, y el pequeño gigante se fue al suelo con el mazapán en la mano, el más sabroso seguramente para él.

La sintonía proseguía con las féminas. Esta vez había motivo de esperanza para la Ribera con Priscila Martínez, Luzma Carcedo y Paula Blanco. Llegaron los semipesados, y Omar Liquete arrancó el tanque para buscar recortar puntos; aunque para esas alturas el rival aún era Florián Yugueros, en categoría ligeros. La Ribera perdía, y echaron mano de su primer espada, Adri el de Villavente, campeonísimo este verano.
Saltó la sorpresa, y Samuel Sánchez (medios) se vestía de La Roca para lograr la machada para la Montaña. «En ningún corro de este verano han logrado tirarme dos veces, y justo pasa en este», respondía entre risas el de La Sobarriba. La última esperanza de los de la parte baja de la provincia fue Víctor J que, siendo el propio espejo de su hijo, se quitó de en medio a Adrián Fierro, Guillermo González y Rubén Fierro. El siguiente era Tomasuco. Game Over.

El de La Vecilla no se lo pensó ante el luchador con más peso de toda la competición. Le siguieron los hermanos Quiñones, y finalizó con un Caberín preparado para intentar lo imposible. «¡Viva la Montaña!» se escuchó en toda Cistierna, con su posterior manteo al gallo, Tomasuco. La Octava de Sísifo. La Octava para los verdes.