El 26 de mayo de 2007, el equipo dirigido por Gustavo Aranzana logró el ascenso a ACB tras lograr la épica ante el Zaragoza
Una vieja creencia zulú explica que, en los últimos momentos de la vida de un león anciano, este decide abandonar su manada. Sólo, tal vez enfermo, y cansado, el que fuera en su juventud el rey de la selva se despide de su tierra, la que tantas veces reinó. En el último instante, y con el aliento que le queda, exclama un fuerte y sonoro rugido -muestra de lo que un día fue el depredador más temido de la sabana- antes de desplomarse en el suelo, rumbo a otro mundo.
Una mitología africana perfectamente aplicable a ese equipo que tantos años abanderó el nombre de una ciudad y provincia. Un felino que, hace 15 años y con su último aliento, logró que se le escuchara en todo el país. Un león que, tan solo cinco años después de la gesta, encontró su defunción. Aunque, a diferencia de la leyenda anteriormente descrita, al rey de la selva no lo dejaron morir sólo, sino con toda una afición detrás.
Porque tal día como el del 26 de mayo, pero en 2007, León saborearía su última gesta, la del ascenso a ACB. Con un equipo que no era favorito, pero sí peligroso. Con los Juanjo Bernabé, Paolo Quinteros, Lucho Fernández, Javier Bulfoni, Dani García y un montón de nombres que se fijaron bien en las retinas del respetable local, el Baloncesto León (Climalia por motivos de patrocinio) iba a protagonizar su último rugido.
Unos playoffs no aptos para cardiacos
Tras varios años, tras el descenso de la ACB en el año 2000, quedándose a las puertas del regreso a la élite, la temporada 2006/2007 se tornó como una última bala que gastar. “Llegué en 2005 con el objetivo de lograr el ascenso en un plazo de dos años, por lo que cumplí en el último suspiro”, recuerda Gustavo Aranzana, entrenador en aquel año del equipo leonés. Una campaña que, bien pronto, dio atisbos de que iba a ser diferente con la consecución de la Copa del Príncipe. “Se puede decir que fue uno de los momentos bisagra de aquel año, un punto de inflexión, por así decirlo”, explica Juanjo Bernabé, campeón de Europa con el Joventut y capitán de los leoneses en aquella temporada.
Con un grupo compacto, unido, y con una gran afición detrás, el Climalia León logró finalizar segundo en la liga regular; ganando por tanto el beneficio del factor cancha de cara a los playoffs de ascenso. “Habíamos visto como muchos equipos habían ascendido años anteriores en León, y ver que un hipotético quinto partido en las dos eliminatorias se jugaría aquí nos hacía pensar ‘otra vez no’”, destaca Pepe Estrada, uno de los fundadores del equipo y delegado en aquella temporada.
Primero tocó el Palma Aqua Mágica. En frente nada menos que Lou Roe. Con la ventaja del campo, las dos primeras contiendas se saldaron con triunfo leonés (87-62 y 99-77). “Lo que parecía en un principio un paseo militar, acabó siendo un ataque al corazón”, expresaba Pepe Estrada acerca de los partidos disputados en terreno insular. Y es que los de Gustavo Aranzana vieron como los rivales empataban la eliminatoria con sendos triunfos en casa (94-89 y 92-66).
“Parecía impensable, tras muchos años, que nosotros pudiéramos ascender en León”
Pepe Estrada, delegado del equipo
“Nunca tuvimos miedo, ni nervios, sabíamos que en León, con los nuestros, ellos no tendrían ninguna oportunidad”, recuerda Dani García, junto a Bernabé, capitán de aquella plantilla. Y no fue para menos. Con un Bulfoni ‘enchufado’ con 28 puntos, y mandando desde el primer momento, los leoneses lograron llevarse la eliminatoria en el quinto partido. En frente, Un Cai Zaragoza que llegaba tras solventar su semifinal con un 3-0. La última piedra antes de coronarse en la cima.
Contra la épica y la superstición
De igual forma que ante Palma, los de Aranzana comenzaron mandando en la eliminatoria, con un 89-75 en el electrónico. Problemas en la segunda contienda. Los maños lograban arrebatarles el segundo triunfo a los leoneses con un 73-88 en el Palacio. Unas tinieblas que se tornaron más oscuras al caer, nuevamente, en el primer partido en Zaragoza por 79-73. Dejando el ascenso a un triunfo de tornarse maño.
“Ascendimos en León, pero el partido que de verdad marcó todo fue el segundo en Zaragoza”, destacaba Lucho Fernández, uno de los más destacados aquella temporada, y ganador de ACB con el Baskonia la siguiente temporada. “Zaragoza tenía una ventaja. Y es que era una afición que sabía mucho de baloncesto, y a las primeras que nos pusimos por delante, el público empezó a pitar a sus jugadores, lo que supimos aprovechar”, contaba uno de sus capitanes, Dani García.
Un 73-82 al final del partido, tras haber empezado cayendo por doble dígito en el marcador, forzó el quinto y definitivo partido. “Aquel partido estuvo marcado por una motivación especial. Los jugadores del Zaragoza llegaron en un autobús que ponía “ascenso a ACB”, y en su vestuario tenían botellas de cava. Eso motivó a los chicos”, contaba Joaquín Rodríguez, más tarde presidente del equipo leonés.
Toda una ciudad volcada con su equipo
“Había visto lo que le había pasado al Zaragoza. Habían preparado la celebración del ascenso, con bus y camisetas, y perdieron; por lo que prohibí a cualquier jugador o miembro del equipo que preparara la más mínima celebración”, recuerda, entre risas, Joaquín Rodríguez.
“Recuerdo haber descansado muy bien la noche de antes. Fui a dar un paseo para despejarme después de comer y acabé llegando al Palacio de los Deportes sin querer; tenía la cabeza ya en el partido”, narra el entrenador, Gustavo Aranzana, las horas previas a la gran final. Un quinto partido en el que la afición cumplió el papel del jugador número ‘12’.
“Prohibí a cualquier miembro de la plantilla que preparara cualquier tipo de celebración”
Joaquín Rguez, presidente del club
Uno de los canteranos y leoneses de aquel equipo, Carlos Fernández, explica cómo se vivió el encuentro en la grada, al no estar convocado en dicho partido: “Llegué al Palacio muy pronto, para desear suerte a los compañeros, y al ir a los asientos era tal la cantidad de gente que había que tuve que ver el partido arriba del todo, de pie, pegado a la pared. Aquello era increíble”. “Mi charla no fue nada del otro mundo. Ellos ya sabían lo que representaban, y fue en el momento que les vi tan tranquilos que íbamos a ganar el partido”, recuerda Gustavo Aranzana.
El encuentro, desde el primer momento, estuvo bajo el mando leonés. “El público no paraba de animar y de distraer al otro equipo. No miento cuando digo que aquella eliminatoria no la ganamos los que estábamos en la cancha, sino toda la ciudad”, destacaba Juanjo Bernabé. Con el 87-79 a falta de 30 segundos, Quintero tuvo dos tiros libres que, según afirma Dani García, “si los llega a tirar de espaldas también los hubiera metido”. Un 89-79 que confirmó lo que en hasta dos veces se pudo escapar: el león volvía a rugir.
“Había tanta gente, ocupando las gradas y los pasillos, que tuve que ver el partido de pie y contra la pared”
Carlos Fernández, jugador
“Hubo compañeros que lloraron, otros saltaban de alegría… yo me abracé a Bulfoni y me senté en el banquillo, había conseguido lo que tanto quise cuando llegué”, recuerda el capitán, Juanjo Bernabé, sobre los instantes posteriores a que la bocina final diera paso a la locura. La afición que tanto había alentado a los suyos no quisieron perderse ni un segundo de la celebración, invadiendo la cancha leonesa.
“Bajé con mis compañeros del equipo de la Universidad a celebrarlo, y en ese momento vi a Javier Bulfoni que estaba sobre los hombros de alguien. Me miró, se bajó y me dijo que fuera con ellos al vestuario a celebrarlo, que después de tantos entrenamientos con ellos era parte de la plantilla. Acababa de ascender, y que se acordara de eso en ese momento me emocionó mucho”, recuerda el canterano Carlos Fernández.
Un ascenso ‘improvisado’
Con la superstición de Joaquín Rodríguez de no adelantar hechos, la celebración de Baloncesto León fue de lo más sorprendente. “No teníamos cava, ni una cerveza, tuvimos que celebrarlo con el agua de las cantimploras; Joaquín nos había prohibido cualquier elemento que tuviera que ver con festejar”, destacaba Lucho Fernández en relación a las órdenes previas del ‘arquitecto’ del club.
Tras conocerse la victoria leonesa, el club rápidamente contrató un autobús para que los jugadores, acompañados de sus familiares, pudieran hacer la ronda triunfal; además de bañarse en la fuente de Santo Domingo. Una celebración improvisada que tuvo como colofón final la ‘cena del ascenso’.
“Llegamos de la vuelta triunfal, de bañarnos, de ducharnos en el vestuario y preguntamos, ¿y ahora dónde cenamos? Porque claro, ante la prohibición de Joaquín no se había reservado en ningún sitio. Pues bien, acabamos todo el equipo comiendo un kebab en el Barrio Húmedo”, recordaba, entre risas, Lucho Fernández. Una cena que, como bien explica, “fue el mejor kebab del mundo”.
“Tuvimos que cenar en un kebab al no haber reservado en ningún sitio por si ascendíamos”
Lucho Fernández, jugador
Una vieja creencia zulú explica que un león, justo antes de perecer, exclama un último rugido con un último aliento. Una prueba final de lo que en vida fue. El Baloncesto León tuvo la suerte de rugir, no solo, sino junto a toda su manada, su afición. Cinco años después, ese rey de la selva desaparecería del mapa, no de los recuerdos. Pues la historia prevalece. Una historia que, sin embargo, no ha escrito su última página.
