Un penalti fallado y cinco minutos desastrosos en defensa dan la victoria al Talavera en el Reino de León (1-2)
Enunciaba el famoso físico alemán Albert Einstein que «la locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes». Siguiendo al pie de la letra esa definición, se puede afirmar que la Cultural y Deportiva Leonesa tiene ciertos vestigios de locura.
Una locura que, fin de semana sí, y fin de semana también, espera que a la crítica carencia en defensa de los leoneses se le contrarreste su gran efectividad en ataque. Lo sucedido esta noche ante el Talavera revela que la locura no es la mejor aliada en el fútbol. Es posible que ante el Promesas, esa locura ayudara, y mucho. Pero dos semanas después, la pólvora de los goles se mojó, y la locura dio paso a la realidad. Y esta no gusta en la vieja capital del Reino.
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Porque la locura había funcionado hace dos jornadas en este mismo césped, y hace una en Badajoz. ¿Por qué no beatificarla y dejar San Froilán en el olvido? La respuesta se dio bien a conocer en el momento que se cumplió el minuto 15 de partido.
Antes de ello, los de Ramón González recibían a un Talavera en un encuentro que bien podría haberse bautizado como «jugadores vs exjugadores». Dani Pichín, Nicho Escalante, Vicente Romero, Víctor Cea en el banquillo… sólo faltaba Pepinho Sanz de aquella Cultural que volvió de Segunda en 2018.
El partido arrancó como cualquiera de este año para los leoneses, o sea, con un tanto en contra. Rodrigo Rodrigues aprovechaba un fallo en la defensa para colar el primero a Edu Frías por el palo corto. Nuevamente, no se está teniendo suerte en el mundo de los tres palos. Sin embargo, a ese castigo le siguió otro.
Dani Pichín, ex de esta casa, finalizaba un contragolpe ocasionado por una pérdida en la salida del club leonés. Disparo con la zurda y el 0-2 se dibujaba como algo de lo más típico en el feudo del Bernesga. Al menos, no lo celebró. Es más, el madrileño alzó los brazos pidiendo perdón a la que fue su casa. Buen gesto del ahora futbolista talaverano.
La Cultural ya estaba en el punto de partida de todos los encuentros en esta campaña. Marc Rovirola probó desde lejos la efectividad de Edu Sousa. Igual de sobresaliente que en el Pontevedra.
Justo antes del descanso pudieron recortar distancias con una pena máxima cometida sobre Niko Obolskii. Pero, amigos, esa historia de amor entre la Cultural y el punto de penalti sigue estando en la friendzone. Ander Vitoria lo lanzaba al costazo diestro del meta, y este ágilmente adivinaba el lado.
Si la ofensiva leonesa fue corta en la primera parte, las prisas empezarían a llegar en la segunda. A medida que pasaban los minutos, los futbolistas culturalistas dejaban de encomendarse a Santa Locura para volver a su buen Patrón. Pero este no quiso hacer con los jugadores del Talavera lo mismo que siglos atrás hizo con el lobo que cargó sus alforjas.
Los visitantes eran sólidos y fuertes en defensa. Obolskii lo intentó con un zurdazo, pero el disparo salió fuera. Alberto Solís también probó fortuna, pero el cuero salió por encima del larguero. Y cuando no fue la falta de puntería, fue la falta de visión del colegiado, que no vio una clara mano en el área visitante. Al final, como en todos los partidos, fue el chico de León el que intentó salvar los muebles.
Un centro desde la derecha terminó siendo cabeceado por Aarón Piñán, que ponía el 1-2 y nuevamente, la locura se hacía paso entre la cordura. Desde ese momento, se acabó el jugar al fútbol. La Cultural dio prueba de que en León tenemos la Academia del Aire, mandando balones y balones al cielo sin ningún destino. Y mientras, en el otro lado, los venidos de tierras medio castellanas medio manchegas hacían valer la buena calidad del césped del Reino.
Al final, no hubo tiempo para más. La locura se desvaneció, y la realidad emergió. Golpe de razón para una Cultural que bien la necesitaba. San Froilán, en ti nos encomendamos, porque ya se ha visto que Santa Locura no es buena patrona a la que rezar.
Fotografías: Irene Rodríguez