Efectivamente la pelota dejó de rodar, se detuvo completamente, y esta vez no se paro en la línea de gol, o en la lateral o en la línea de fondo. Esta vez no hay VAR que lo revise ni hay que esperar la decisión de nadie. Dejó de rodar al menos por un tiempo, un pequeño paréntesis en nuestras vidas cotidianas y por supuesto en el mundo del fútbol.
Ahora que no tenemos la pelotita rodando nos damos cuenta de que al final todo nuestro alrededor hace lo mismo, todo rueda. Ahora que no hay partidos el fin de semana, nos damos cuenta que al final, como padres o como aficionados necesitábamos esa rueda imparable que es el balompié siga rodando.
Antes nos quejábamos del horario del partido del domingo de los niños, que siempre coincidía a la hora de comer, justo además el día que había que ir a comer a casa de la abuela. Si era a primera ahora decíamos que hacía mucho frío para jugar a esas horas. El caso es que estábamos pendientes siempre del horario de los partidos para adaptar nuestras vidas. La rueda de los horarios nos perseguía semanalmente. Y lo echamos de menos también.
Sin saber todavía lo que va a pasar las competiciones, nos hemos visto envueltos en otra rueda, y ésta además sin salir de casa. La rueda de retos, nominaciones, concursos, campeonatos de toques y un sinfín de opciones diversas que nos tienen enredados todo el día. Como veis la rueda sigue y sigue, pese a que la pelota dejó de rodar.
Y llega otra rueda, ahora comienzan los dimes y dirites con que pasar con las ligas, la champions, ascensos y descensos, que si tienen que acabar las ligas, que si deben de quedar así, que tiene razón Rubiales, que si no la tiene. Y discutimos con la mujer y con los niños, con el vecino, con el Cabe y Yoel que preguntan por whatsapp al que sabe de esto o al que maneja los hilos. Y seguimos.
Entramos en la rueda de los propósitos cuando esto termine: tenemos que hacer más “pachangas”, vamos a darlo todo en el campo, voy a ir al gimnasio, vamos a hacer un equipo, jugaremos todas las semanas…Ya veremos lo que cumplimos después.
Para los futboleros, la pelota no deja de rodar ni en casa: partidillos en la cocina, volvemos a ver el 12 a 1 a Malta, el codazo en el mundial a Luis Enrique, revivimos el último clásico, nos venimos arriba y nos apuntamos con los amigos a un campeonato on line del Fifa 2020, aunque probablemente no sabremos como se enciende la “play” de nuestros hijos.
Los más alocados tratan de hacer toques no ya con un balón, sino con el ya famoso rollo de papel higiénico, con el consiguiente riesgo para su propia salud y para las lamparas de la casa. Pero, está más que claro, no podemos pasar un día sin ver rodar la pelota, o el rollo, o el calcetín, o cualquier objeto susceptible de poder golpear con los pies en busca del gol que nos lleve a la gloria.
Josep, arbitro de profesión, lo va a pasar mal con el confinamiento. Llevamos menos de una semana y me asegura que en su casa le ha sacado tarjeta amarilla al pobre que gato que atravesaba remoloneando el pasillo. Me preocupa. No por el color de la tarjeta, sino porque afirma que era fuera de juego claro.
Me viene a la cabeza en esta tesitura a la que nos ha llevado el coronavirus, que por cierto tiene forma de pelota (seguro que también rueda), tanta gente, amante del fútbol, como mi amigo Morilla, lo que hará en casa pensando la cantidad de partidos que habría este fin de semana y que no vamos a poder disfrutar mientras la pelota no vuelva a rodar.
¡Volverá!