Resulta realmente complicado vender un producto cuando ni siquiera el responsable del producto es capaz de cuidarlo y sacarle el mejor rendimiento. El balonmano español está en esas. Después de haber sufrido en los últimos años la salida de grandes referentes, tanto en la pista como en los banquillos, la Liga ASOBAL pelea por recuperar la esencia de una competición ahora desvirtuada por la diferencia del campeón con el resto.
En lo competitivo es difícil lograr una igualdad que resulte atractiva al espectador y que permita que la pelea por el título se amplía a más de un equipo. Es un lujo para la Liga ASOBAL contar con un FC Barcelona, pero la brecha con los perseguidores hace imposible que pueda haber pelea más allá de la ilusión que cada equipo tiene, en su partido, de sacarle algún punto al todopoderoso.
Pero en otros aspectos, más accesibles de cuidar, tampoco se hace lo posible por mimar al balonmano, a los equipos y, en especial, al aficionado. El tema de los horarios televisivos sigue candente al paso de cada jornada, alzando la voz directivos y seguidores para intentar llegar a un punto común que beneficie a todos. Del viernes tarde se ha pasado a la mañana del sábado, siendo peor el remedio que la enfermedad.
La última cuestión reseñable en la organización balonmanística llega esta misma semana, en la que finaliza la primera vuelta de la Liga ASOBAL y donde se ponen en juego todavía dos plazas para la Copa ASOBAL, con tres equipos involucrados en la pelea. Cuando llegan este tipo de situaciones, todos piensan en una jornada unificada, con los partidos jugándose a la misma hora, para que la emoción se viva en cada una de las pistas. No será así.
El BM Logroño, de hecho, disputa su partido un día antes que el Abanca Ademar y el Bidasoa Irún, que jugarán el miércoles con 45 minutos de diferencia. Los leoneses sabrán, antes de empezar su partido, el resultado de uno de sus rivales y al descanso de su partido el otro. Logroño se podría jugar su pase a la Copa ASOBAL desde el sofá de su casa. Incomprensible.