Los niños cuando empiezan a jugar al fútbol deben saber que este es un deporte colectivo donde el equipo debe funcionar por encima de individualidades.
En este mundo del siglo XXI están muy de moda las tendencias de los equipos de sinergia, las empatías, las economías colaborativa. Pues en el mundo del fútbol también existen. Corrijo, siempre han existido. Y se ha llamado compañerismo.
Cuando los medios de comunicación, las televisiones sobre todo, ensalzan los logros individuales, los niños, los más pequeños futbolistas nos dan lecciones. Cada fin de semana hay en los campos miles de partidos de fútbol base donde los más pequeños demuestran que se encuentran lejos de egoísmos o de individualidades, y mucho más cerca de lo que pensamos de compañerismo y de ser, lo que son, equipos de personas.
Tenemos que concienciarnos todos, sobre todo los que somos padres, que un equipo de fútbol es precisamente eso, un equipo. Pero que los niños sean un equipo, significa además, que todo lo que les rodea, debe ser otro equipo, y el club que les acoge, entrenadores y directivos, otro equipo que les apoye y acompañe en las buenas y en las malas situaciones.
Enseñemos a los niños y en muchas ocasiones (muchas más de las necesarias) a padres y entrenadores que el fútbol es un deporte colectivo. Todos estamos de acuerdo que CR7 o Messi sean los mejores jugadores de la historia, pero que yo sepa hasta el momento nunca juegan ellos solos.
Deberíamos desterrar de nuestro vocabulario frases lapidarias aludiendo a compañeros de equipo de nuestros propios hijos o jugadores rivales acerca de sus capacidades futbolísticas. Nuestros hijos pueden ser los mejores jugadores de su equipo, los “cracks”, pero creo que tampoco ganarían los partidos sin sus compañeros de equipo.
Escucho a padres que viendo a sus retoños de cuatro años comentan que su mejor posición es la de extremo izquierda con tendencia a caer al centro o de delantero centro rematador. Si alguien es capaz de reconocer las habilidades de sus hijos a esa edad, por favor que entregue su curriculum al Real Madrid o al Barcelona, porque estamos desperdiciando demasiado talento.
Otros dicen, no hay diez niños en León mejores que el mío. ¡Alucino pepinillos¡, como diría Chicote en Pesadilla en la Cocina. Probablemente jugando al fútbol, haya 50 o 60 mejores (algo siempre muy subjetivo), pero habrá miles que le superen en humildad, compañerismo y en otra serie de valores que les harán llegar mucho más lejos en la vida que probablemente jugando al fútbol.
Resumiendo, cuando los equipos ganan o pierden, son los equipos los que lo hacen. Cuando dentro de 30 años, esos niños se acuerden de sus compañeros de equipo, y como el paso del tiempo es inexorable, recordarán que jugaron juntos como un equipo y no quién era más o menos hábil con el balón en los pies. No hay nada más reconfortante que ver un grupo de niños abrazados como amigos y celebrando el día de partido con sus compañeros, independientemente del resultado.
Si es que esto del fútbol es mucho más sencillo de lo que parece, y como dicen Toño y Diego, sólo hay que pasársela al que está solo. A partir de ahí que funcione el equipo.